lunes, 27 de octubre de 2008

hoy era el día

estaba totalmente segura,

Si bien, en dos andenes diferentes vi a dos personas con el saco mal abotonado (léase un botón metido en el ojal equivocado), la puerta del tren paró justo delante mío.

Qué alegría inmensa sentí. Pude elegir el lugar donde dormir siete estaciones mientras apoyaba mi cabeza en una mano, y la gente pensaba que estaba preocupada por algo.

Pero no era así. Nomás hablaba conmigo hasta que dos lapiceras cortaron mi conexión con el mundo subconciente y el chico de remera de colores se rió de mí.

domingo, 12 de octubre de 2008

frag/men/ta/da por la misma ciudad

Sólo mi mente y yo sabemos una verdad,
también pudimos comprobar,
que caminar cuarenta cuadras con botas sobre el asfalto puede llegar a doler

como andar por la calle equivocada sabiendo que lo es,
y sentir que un brazo sube hasta el séptimo piso del edificio más alto,
que las rodillas se rompen en 25 pedacitos cada una,
los ojos se pegan a los talones,
y la espalda se toma un colectivo que viaja en dirección contraria.

Salir disparado caminando a toda velocidad,
e ir sin rumbo, sin saber a dónde realmente nos dirigimos,

porque el alma navega por el piso entre los pies de la gente,
sólo las piernas se mueven alternadamente a 60 km/h con tal de huír y al fin, poder poner la cara que uno quiere.

Para después, retratarla.
Y al otro día al despertar, sienta que el momento de calamidad ya no es para tanto.

Ya las partes vuelven solas, la ciudad las sigue fragmentando, pero a las doce de la noche regresan.