El pie derecho se le torcía un poco, porque tenía roto el zapato, aunque de terca no lo quería hacer a un lado.
Algo escuché que ella le decía a no se quién, que sabía que había sido pensada casi un día entero. Y que por ende, había dolido.
El otro le preguntaba cómo podía tener tal certeza, pero igual se reía porque en el fondo, le creía absolutamente todo.
Una manito que acaricia la suavidad de la comisura de los labios, le generaba una insostenible carcajada que hasta le daban naúseas y terminaba llorando porque no podía parar de reír...
¿Cómo no traer en sueños, a semejantes disparates inocentes y tan demostrativos de la locura pícara que lleva encima? ¿Cómo no pensar en imágenes?
Al fin y al cabo, nunca dijo que le aborrecía tal cosa. Así que mejor, me atengo.