Sólo mi mente y yo sabemos una verdad,
también pudimos comprobar,
que caminar cuarenta cuadras con botas sobre el asfalto puede llegar a doler
como andar por la calle equivocada sabiendo que lo es,
y sentir que un brazo sube hasta el séptimo piso del edificio más alto,
que las rodillas se rompen en 25 pedacitos cada una,
los ojos se pegan a los talones,
y la espalda se toma un colectivo que viaja en dirección contraria.
Salir disparado caminando a toda velocidad,
e ir sin rumbo, sin saber a dónde realmente nos dirigimos,
porque el alma navega por el piso entre los pies de la gente,
sólo las piernas se mueven alternadamente a 60 km/h con tal de huír y al fin, poder poner la cara que uno quiere.
Para después, retratarla.
Y al otro día al despertar, sienta que el momento de calamidad ya no es para tanto.
Ya las partes vuelven solas, la ciudad las sigue fragmentando, pero a las doce de la noche regresan.
Autoliniers: 2014-10-18
Hace 10 años
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