viernes, 12 de febrero de 2010

Moderno - Capítulo I

Busqué tu nombre en Google, y me apareció un hotel.
Me quedé sorprendida, pero después de reírme un rato (¿Y cómo no? no es tan común que te llames igual que un hotel), me animé a entrar. Me imprimí la dirección y esperé a que sea sábado a la mañana para viajar hasta ahí y hospedarme en ese hotel que se llama como vos.

No vas a creer lo que me pasó.
Cuando entro al hotel, un botones (que de hecho los botones de su saco, increíblemente eran del mismo color que tus ojos), agarra mi equipaje y me mira extrañado. Porque mi valija estaba más que liviana.

Y claro. No llevé nada. Si lo único que pensaba hacer, es en la hora en que no hay nadie y la gente sale a pasear, entrar por la ventana de cada habitación y robarme las sábanas de las camas, todas que digan tu nombre. Bueno, no, el nombre del hotel. Para así después doblarlas bien prolijas y guardarlas en mi valija.

Una vez ya en la habitación, siento un olor raro. Era dulce, ya demasiado.
Llegué a pensar que tal vez ese aroma tan exagerado, se debía a que los muebles eran de caramelo, o de chocolate. Si era así, sentía que sarcásticamente iba a ganar esta competencia de acusaciones a mi infantilidad constante.

Después de pensarlo un rato, como total nadie me veía, me acerqué a un escritorio y chupé la madera con asco.

No tenía gusto a golosinas. Tenía mucho gusto a tus brazos.

Me decepcioné de tal forma, que me acerqué a la ventana, y repudié tu nombre hasta quedarme afónica.

La gente de la habitación de al lado, me miraba extrañada.
Estaba gritando el nombre del hotel. No. Era tu nombre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Persona! por donde anda ud? se la extraña señorita, sepalo... como va su corto?