lunes, 3 de mayo de 2010

¡Carraspeá querida!

En el momento menos oportuno (o más inoportuno), me preguntás si me metí un chicle en la boca.
¿Qué clase de preguntas son esas?
Si total qué te importa cuán crujiente es mi mandíbula, cuántas veces me acerqué al piso a escuchar la vibración de tus pasos graves, y lo muy enferma de tos que me pone tu pelo dócil.

Pasear en auto con vos, es igual a un San Valentín a solas,
una caída de sistema a punto de pagar la factura.

Ahora bien, ya que no te metaforeás conmigo, al decirte que una plumita me hipnotiza y vos respondiéndome que parece un hilo de flema,
¿Qué mejor que pedirte me exprimas unos limones inmaduros, de verano finalizado?

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