lunes, 16 de mayo de 2011

Herméticos

Me había quedado dormida, sólo unos malditos minutos
A los cuales les lloré e insulté.
No podía ser impuntual ese día. Justo ese día.
Iban a repartir las cajas, y yo quería que me toque la mejor o al menos la que yo consideraba que era la mejor.

Recibí, finalmente, una caja celeste. No era el color que precisamente yo quería. Pero bueno, no era tan fea al fin y al cabo.

Salí a la calle, 14° de temperatura, humedad 96%, mi cicatriz saludándome con la mano.
Mi caja era distinta.
¿Sabés que tenía adentro?
Vos.

Estaba llena de vos. Muchos vos. Ninguno de esos vos me decía como se llamaba, pero yo, en el fondo sabía.
Me encantaba hacerme la olvidadiza, la ignorante, la desconocida.

3 comentarios:

Silvio dijo...

Ese día me levanté mucho mas tarde que vos. Con la adrenalina del que recibe un gran golpe.
En ese estado no se conciben maldiciones ni lamentos. Solo un afán casi animal de salir , (o de entrar, que es lo mismo).
Fui solo para cumplir el ritual; parece que habrá otra tanda para el invierno.
A vos de qué color te gustan?

Marcelo Perez de Adelina dijo...

Madre mía, no era una vulgar caja; era un gran paquete!

Unknown dijo...

A veces es mejor dejar que el destino decida la caja a tomar, cada cosa que pasa en nuestras vidas tiene un porque..!
Mil besotes ....!